viernes, 14 de septiembre de 2012

EL CONTROL EMOCIONAL



“El Viento y el Frío dañan al cuerpo físico
pero la angustia, el miedo, la cólera, atacan a la energía”
(Ling Shu)



Las distintas escuelas de Psicología han otorgado una relevancia variable al control y la expresión de las emociones. Hasta hace relativamente poco tiempo las emociones se consideraban como inferiores a la razón, y por tanto debían estar sometidas y controladas por ésta. Sin embargo, tal como constató en su momento Weinberger, las personas que reprimen sistemáticamente sus emociones negativas padecen mayor cantidad de problemas de salud. De hecho se ha encontrado que la tendencia a la inhibición de las emociones tiene una base genética, y que probablemente a este mecanismo subyace una gran hipersensibilidad. Es decir, las personas que no expresan sus emociones presentan un umbral más bajo para el dolor, la pena y el sufrimiento que aquellos que no inhiben sus emociones.

De acuerdo con la teoría de Lang del triple sistema de respuesta las emociones tienen tres componentes: subjetivo o experiencial, fisiológico o somático y motor o expresivo, que generalmente presentan una alta concordancia. Sin embargo hay ocasiones en las que ésto no ocurre así y un sistema se separa de los otros. Es el caso del estilo represivo de afrontamiento, en el cual la experiencia subjetiva de una emoción negativa es prácticamente inexistente, mientras que la manifestación somática por el contrario es extrema. La supresión de los componentes subjetivos y emocionales no puede completarse y esa “energía” debe tomar otra vía de expresión, generalmente a través de un trastorno psicosomático. Pennebaker sugiere que esta inhibición supone un trabajo fisiológico que actúa en el tiempo como un estresor acumulativo para el organismo. Las consecuencias a medio-largo plazo se traducen en una mayor incidencia de trastornos cardiovasculares, incremento de los niveles de corticoides endógenos y trastornos inmunológicos, cáncer, asma, alergias, ansiedad, depresión, alcoholismo, etc.


En este punto podemos establecer una diferencia entre represión y supresión emocional. La segunda se refiere a procesos conscientes, intencionales y mediados por la voluntad del sujeto tendentes a negar, inhibir o suprimir los aspectos subjetivos de una emoción. La represión por el contrario se trataría de un proceso no consciente, automático, cuyo objeto es mantener fuera de la consciencia experiencias o emociones traumáticas. El primero sería un mecanismo de defensa puntual, un estado, el segundo se corresponde más con un rasgo de personalidad, entendido como un sesgo sistemático de la memoria autobiográfica, aunque también puede operar bajo determinadas circunstancias a nivel consciente y voluntario.

Lo mismo puede decirse, en el otro extremo, de los sujetos sensibilizadores, que dan vueltas incesantemente a los hechos negativos manteniendo los estados afectivos desagradables durante largo tiempo. Se ha definido este estilo de procesamiento como rumiación, pensamiento recurrente, repetición mental intrusiva o preocupación, y se ha correlacionado con una alta incidencia de trastornos cardiovasculares.

La preocupación puede contemplarse como el estancamiento en una fase del proceso de solución de problemas, concretamente en la fase de búsqueda de soluciones. Es por tanto común a todas las emociones (disruptivas). En segundo lugar la preocupación dirige los recursos atencionales y cognitivos de la persona hacia el interior (adquiriendo así el carácter intrusivo que la caracteriza) y no está exenta de un valor adaptativo, tal y como demuestran los estudios sobre el “realismo depresivo” y el “pesimismo defensivo”, al facilitar una evaluación más objetiva del entorno o facilitar el rendimiento.

Sabemos que determinadas hormonas y péptidos opiáceos endógenos influyen tanto sobre la personalidad como sobre el sistema inmunológico, y a su vez el sistema endocrino puede verse influido por el estrés y por cambios en el patrón de personalidad. La exposición a un estrés agudo puede producir inmunosupresión. La exposición a estímulos adversos puede provocar la activación de varias vías neuroendocrinas capaces de influir en la función inmunitaria, principalmente el eje pituitario-adrenal y el eje simpático-adrenomedular. Concretamente la cantidad de cortisol en sangre está relacionada con variables psicológicas (desamparo/desesperanza, Seligman), aboliendo la actividad de las células NK y produciendo un déficit inmunológico. 


Para la MTC la represión y /o la supresión de una emoción intensa puede contemplarse como un bloqueo e inhibición en el flujo del Qi, que creará estancamiento y dolor en las zonas vulnerables, y que afectará principalmente al Hígado, dado que éste es el encargado de que el Qi fluya de forma armónica. Hammer señala que cuando el Hígado no puede reciclar ni renovar la energía ésta se convierte en nociva, de tal manera que:

“El Qi nocivo (o ácido láctico y sus metabolitos, como el acetaldehído) estimula centros circulatorios, como los senos carotídeos, y centros del Sistema Nervioso autónomo como el nodo sinoauricular. El resultado será un aumento en la tensión sanguínea, que, además, de afectar al Corazón, hará que la sangre sea impulsada con demasiada velocidad por el Hígado. Este rápido paso de la sangre, así como el sobreesfuerzo general, en primer lugar hará que el Hígado desarrolle Calor por Exceso y, pasado un cierto tiempo, Calor por Insuficiencia.” 

Las consecuencias del bloqueo del Qi en el Movimiento Madera abarcan aspectos: emocionales (irritación, depresión, enfado), respiratorios (tensión en el pecho, suspiros, sensación de cuerpo extraño en la garganta), gastrointestinales (dolor y distensión en pecho-espalda-escápula, anorexia, eructos, regurgitación ácida, hipo, diarrea explosiva), genitourinarios (menstruación irregular y dolorosa, cefalea, distensión mamaria, síndrome premenstrual, y evolutivamente metrorragia o incluso amenorrea).

Si la situación se mantiene en el tiempo termina por afectarse el resto de la pentacoordinación:
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o  Riñón: dado que el Yang de Riñón es la fuente de la fuerza de Voluntad, puede contribuir a que se expresen los sentimientos reprimidos y vencer el miedo, pero si el conflicto entre el miedo a expresarse y la voluntad de autoafirmación se prolonga terminará por provocar una deficiencia de Yang de Riñón. De hecho la represión de sentimientos suele basarse en un miedo, lo cual indica que existe un desequilibrio en este sistema desde el principio a favor del Yin (miedo-pánico) en detrimento del Yang (voluntad). El agotamiento de la Voluntad en controlar el miedo puede provocar depresión por vacío de Yang renal. Además la pérdida de Yin de Riñón provoca vacío de Yin de Hígado y ascenso de Yang de Hígado con explosiones de ira como respuesta al miedo.

o  Corazón: puede convertir el sentimiento reprimido en alguna forma de comunicación o bien en negación, si entran en funcionamiento los mecanismos de defensa del Pericardio, apareciendo sintomatología disociativa y de conversión. La desnutrición del Corazón por parte del Hígado se traducirá en tristeza y depresión simultáneas a la represión de ira. Un Yin de Riñón escaso no puede controlar el Fuego, causandodo insomnio, irritabilidad, confusión mental y dificultades en la generación de ideas, aislamiento y en casos extremos trastorno bipolar, brotes psicóticos y esquizofrenia.

o Pulmón: el Metal puede intentar compensar el desequilibrio generando trastornos obsesivo-compulsivos  y bloqueo en el TR inferior con estreñimiento, diverticulosis, hemorroides, etc. Sin embargo, si se ve superado, aparecerán ansiedad, fobias, problemas respiratorios, dermatológicos y alteraciones en la porción distal del intestino. De hecho, entre los síntomas precoces del bloqueo del Qi hepático figuran el dolor en hipocondrios que se exacerba al permanecer recostado (porque el Qi nocivo asciende y ataca el pecho), con dificultad respiratoria, jadeos y sensación de cuerpo extraño en la garganta, así como hemoptisis y epistaxis.

o  Bazo: parte de la emoción reprimida puede ser absorbida por el Bazo en forma de preocupación excesiva y cavilación, que ralentizan la digestión y provocan molestias gastrointestinales, prolapsos, incapacidad del Bazo para controlar la Sangre con hemorragias e hipertensión portal y alteraciones en el proceso de pensamiento, o bien puede ser reconvertida en un exceso de “dulzura”.      

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